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La necesidad de realizar un refuerzo estructural surge por la pérdida de resistencia de alguno o todos los elementos que forman la estructura del edificio.

Puede deberse a diversas razones: xilófagos (carcoma, termitas, …), humedad, aluminosis, defectos en la ejecución, … La solución que se adopte depende del elemento constructivo que se trate, del tipo de patología y el alcance de deterioro de la misma.

¿Cuándo realizar un refuerzo estructural?

Existen multitud de razones por las que puede ser necesario realizar una intervención correctiva en la estructura de la construcción. Desde el caso de un deterioro de los materiales que componen elementos fundamentales de la estructura por causa de algún tipo de patología o catástrofe, hasta la necesidad de adaptar la construcción a un nuevo uso, pasando por la modificación de alguna normativa que provoque que el estado del edificio pase a ser irregular.

Sin embargo, lo más normal es que la intervención sea motivada por la aparición de patologías comunes en edificaciones que afectan a la durabilidad de materiales, con lo que se compromete seriamente la seguridad de la edificación. Las patologías de la construcción típicas que motivan una intervención correctiva son:

  • Patologías del hormigón: fallos en el diseño, una mala cimentación en la fase de ejecución de la obra, carbonatación, cargas excesivas…
  • Patologías en estructuras metálicas: corrosión, fatiga, abrasiones, cargas excesivas…
  • Humedades y acción de radicales externos: aparición de agua por filtración del exterior, por fugas en tuberías, deterioro por exposición a polución y demás agentes externos…

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